Dice que en algún lugar de los Andes vivían el zorro, el sapo y muchas variedades de aves. Había alimentos y espacio para todos. Un día el zorro quiso comer más sin trabajar. Fue donde el sapo y lo suplicó:
Amigo, sapo, tu voz es muy bonita. ¡Préstamela sólo por tres días!
El sapo, al verse halagado. Le prestó su voz.
Esa noche, el zorro, se escondió en un lugar y empezó a croar como el sapo. Escuchándolo, las aves que comen sapos, se acercaron al lugar de donde salía el sonido:
-¡Vamos a cogerla! – dijo una de ellas.
-¡Vamos!- dijeron todas y se fueron a cazar sapos.
¡Sorpresa! Las zancudas cuando se acercaban al lugar desaparecían. ¡Qué misterio! ¿Qué estaba sucediendo?
El zorro con la voz del sapo, engañaba a las aves y cuando estaban cerca se las comía, una por una. Quienes habían ido a comer, resultaron comidas. El zorro bribón, croando cada noche, casi acaba con las aves.
Un día. El sapo fue a pedir que le devuelvan su voz.
-¡Amigo, zorro, devuélveme mi voz! Le dijo.
-¡carajo!, ¡Vete de aquí! – respondió el zorro malvado, y nunca se la devolvió.
Dicen que por eso el zorro, hasta hoy, grita como el sapo.